4 de mayo de 2009
La una de la mañana
Fin del trajín, ya la casa casi reposa silenciosa, cruje quizás algún marco, el vacuo pero omnipresente sonido de la calle llega indistinto desde todos lados. Es en este momento que escucho palpitar mi propio corazón, siento el flujo de la sangre en mi carótida y el pitido del oído derecho toma visos sinfónicos. En el caldero de la mente bullen las ideas como un barro espeso, y quien sabe por qué, aflora a la superficie el recuerdo de esto que escribí hace un tiempo. Ahora lo releí y no me lo acordaba así. Como siempre que acometo la autorelectura me doy cuenta que las buenas intenciones exceden lo finalmente escrito, que sin una exégesis de mi propio texto hecha por mi ni yo mismo capto el sentido completo de lo que quise decir. O sea, para entenderlo tengo que ser yo. Eso de la comunicación es mentira, vivimos en el más completo aislamiento. En fin, el punto es que me puse a pensar en el infinito, numéricamente hablando, me refiero. Por ejemplo (me dije, asombrado de mi propia agudeza mental) es posible eliminar, de un conjunto infinito, infinitas veces una cantidad infinita de elementos, y que aún asi el resultado sea infinito. Ffff qué complicado. A ver: tomemos los números naturales, 1, 2, 3, etc (ad inifitum; ja! qué jodón). Saltemos el uno. Tomemos el 2. A ese lo dejamos, pero ahora recorremos el conjunto eliminando los múltiplos de 2. (4, 6, 8...). Pasemos al 3. Lo dejamos pero eliminamos sus múltiplos (los que queden; el 6 ya no está: 9, 15 ...). Siguiente elemento, el 5 (el 4 ya no está), y así sucesivamente. Al rato, o esta mañana recapitulando, caí en la cuenta de que eso es la Criba de Eratóstenes, milenario método recursivo para hallar los números primos. O sea que de ingenio, nada. Y además me entró la duda. ¿En cada paso siempre se elimina un número infinito de elementos? ¿La cantidad de pasos puede ser infinita? La intuición me dice que si; pero me da una paja tremenda agarrar lápiz y papel y hacer la demostración formal. Así que nada, me quedé contando ovejas. Por suerte no fueron infinitas; habré llegado a quince o veinte nomás.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Recuerdo tu recuerdo entre charlas con los chicos. Y mientras vos cavilabas estas cosas, yo, quién sabe, ahuyentaba mosquitos con las manos.
ResponderEliminarFaaa!
ResponderEliminarLo que más me gusta es que lo entendí.
Y me gusta que le infinito sea tan infinito. Te da la posibilidad de mandarte cagadas y aún así contar con muchos más elementos a tu favor.
Y a quién le importa lo que me gusta a mí?
A mí me importa.
ResponderEliminar