13 de octubre de 2010

Desventuras

Uno

Si tuviésemos que elegir el viaje científico menos cordial de todos los tiempos, no podríamos dar con uno pero que la expedición a Perú de 1735 de la Real Academia de Ciencias Francesas. Dirigida por (...) Pierre Bouguer y (...) Charles Marie de La Condamine, (...) viajó a Perú con el propósito de triangular distancias a través de los Andes. (...)
Las cosas empezaron a salir mal casi inmediatamente. En algunos casos de forma espectacular. En Quito, los visitantes debieron provocar de algún modo a los habitantes de la ciudad, porque una multitud armada con piedras los expulsó de allí. Poco después, el médico de la expedición fue asesinado por un malentendido relacionado con una mujer. El botánico se volvió loco. Otros murieron de fiebres y caídas. El miembro del grupo que ocupaba el tercer puesto en autoridad, un individuo llamado Pierre Dodin se fugó con una muchacha de trece años y no hubo modo de convencerlo de que se reincorporase a la expedición.
En determinado momento, el grupo tuvo que suspender sus trabajos durante ocho meses, mientras La Condamine regresaba a caballo a Lima para resolver unos problemas que había con los permisos. Finalmente, Brouguer y él dejaron de hablarse y se negaron a trabajar juntos. (...)
Los franceses no sólo tuvieron que escalar algunas de las montañas más tremendas del mundo, sino que, para llegar a ellas, tuvieron que atravesar ríos peligrosos, abrirse camino por selvas a golpe de machete y recorrer kilómetros de desierto alto y pedregoso (...). Pero si Bouguer y La Condamine tenían algo era tenacidad, así que persistieron en la tarea durante nueve y medio largos y penosos años de sol abrasador. Poco antes de dar fin a la empresa, les llegó la noticia de que un segundo equipo francés, que había efectuado mediciones en la región septentrional de Escandinavia (...) había descubierto ya que el grado era en realidad mayor cerca de los polos, como había pronosticado Newton. (...)
Bouguer y La Condamine se habían pasado así casi diez años para obtener un resultado, que no era el que querían, sólo para enterarse ahora de que ni siquiera eran los primeros que lo hallaban. Terminaron sus mediciones apáticamente, confirmando con ellas que el primer equipo francés estaba en lo cierto. Luego, sin hablarse aún, regresaron a la costa y zarparon hacia su patria en barcos diferentes.


Dos

El infatigable Edmond Halley había postulado (...) que si se medía el tránsito de Venus por delante del Sol desde puntos determinados de la Tierra, se podían utilizar los principios de la triangulación para calcular la distancia de la Tierra al Sol y para calcular luego las distancias a todos los demás cuerpos del sistema solar.
(...) Fue la primera empresa científica internacional cooperativa de la historia, y surgieron problemas en casi todas partes. Muchos observadores se vieron frustrados en sus propósitos por la guerra, la enfermedad o el naufragio. Otros llegaron a su destino, pero cuando abrieron sus cajas se encontraron con que el equipo se había roto o estaba alabeado por el calor del trópico. Los franceses parecieron destinados una vez más a aportar los participantes más memorablemente desafortunados. Jean Chappe pasó meses viajando por Siberia en coche de caballos, barco y trineo, protegiendo sus delicados instrumentos de las peligrosas sacudidas, sólo para encontrarse con el último tramo vital de la ruta bloqueado por desbordamientos fluviales, consecuencia de unas lluvias de primavera particularmente intensas, que los habitantes de la zona se apresuraron a achacarle a él después de verle enfocar hacia el cielo sus extraños instrumentos. Chappe consiguió escapar con vida, pero no pudo realizar ninguna medición útil.
Peor suerte corrió Guillaume Le Gentil, cuyas experiencias resumió maravillosamente Timothy Ferris en Coming of Age in the Milky Way. Le Gentil partió de Francia con un año de antelación para observar el tránsito en la India, pero se interpusieron en su camino diversos obstáculos y aún seguía en el mar el día del tránsito... Era precisamente el peor sitio donde podía estar, ya que era imposible efectuar mediciones precisas en un barco balanceante en movimiento.
Le Gentil, pese a todo, continuó hasta la India para esperar allí el tránsito siguiente, el de 1769. Como disponía de ocho años para prepararse, pudo construir una estación observatorio de primera categoría, comprobar una y otra vez los instrumentos y tenerlo todo a punto. La mañana del segundo tránsito, el 4 de junio de 1769, despertó y comprobó que hacía un dia excelente. Pero justo cuando Venus iniciaba el tránsito, se deslizó delante del Sol una nube que permaneció allí casi las tres horas, catorce minutos y siete segundos que duró el tránsito.
Le Gentil empaquetó estoicamente los instrumentos y partió hacia el puerto más cercano, pero en el camino contrajo disentería y tuvo que guardar cama casi un año. Consiguió finalmente embarcar, débil aún. En la travesía estuvo a punto de naufragar en la costa africana debido a un huracán. Cuando por fin llegó a Francia, once años y medio después de su partida, descubrió que sus parientes le habían declarado muerto en su ausencia y se habían dedicado con gran entusiasmo a dilapidar su fortuna.




Extraído sin permiso de "Una breve historia de casi todo" de Bill Bryson.

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