Vemos fugazmente al pobre pájaro, parado en el medio de la calle. Desconcertado, picotea el duro asfalto, avanza un par de saltitos, raspa infructuoso con su leve pata buscando aquel barro que solía encontrar para hacer su nido, mientras su cerebrito de volátil sólo atina a pensar, "¡Me cago en Cristina!"