Admito, o me vanaglorio, de ser capaz de rastrear en mí mismo el origen de la mayoría de mis prejuicios. Es un ejercicio interesante en todo sentido, aunque no siempre fructífero. Sensaciones o pareceres arraigados en mí desde la época en la que blando como masilla me formaba, ahora que soy duro como la piedra se me hace cuesta arriba modificarlos. Eso no quita que cada tanto un martillazo certero me haga saltar alguna esquirla, entre chispazos y olor a quemado. También es interesante porque me permite ver en los demás, casi siempre, por donde les tira la sisa, por así decirlo.
La melancolía, por otro lado. Esa cosa tan difícil de definir de tan parecida a la nostalgia. ¿Será la melancolía una de esas características del ser que se me han pegado de puro argentino nomás? Tampoco es que sea un tipo de andar todo el día con los ojos vidriosos y suspirando por los rincones, al contrario suelo disfrutar bastante de las historias y las canciones melancólicas, así como de la vida, que de por si es melancólica. Pero la nostalgia es el ansia por lo lejano o la pena por una dicha perdida (dice la rae), la melancolía es más un estado de ánimo continuo. Será por eso que uno se ata a sus pequeños fetiches, manías que intentan convencernos de lo contrario a lo evidente, el tiempo no pasa, ya no somos niños, puedo volver a Roca y sentir lo que sentía hace 25 años.
Así que en el sopor del viaje en auto, ponen en la radio un tema que no conocía, y aquí mis retazos de prejuicio y melancolía. Prejuicio porque Serrat siempre, o mejor dicho hasta hace relativamente poco, estuvo negado para mi por tenerlo muy asociado a lo psicobolche que detesto tanto. No conozco casi nada salvo lo evidente de su producción, y asi y todo este tema, aún con esos horribles violincitos chillones de fondo, tocó en mi una fibra de melancolía que no tan extrañamente, me resultó muy agradable. Será que melancolía es eso, poder por fin escuchar algo como esto y entenderlo todo con una sonrisa cómplice, y no sensiblería pedorra.